Esta sintaxis de la ausencia
en la mirada
(un constante anuncio del espacio
donde vas a faltar cuando termines)
debiera dar paso ahora, nuevamente,
a la libreta el cuaderno
en el que insistas otra vez
las primeras mayúsculas y
equivoques los diptongos;
hacer que aparezca la figura
que atestigüe en su grafía
la duda, el flotar,
el capricho de la vuelta
a las puras vocales
-el despertar de la lengua
dormida de la infancia-