viernes, noviembre 20, 2020

XIX

Desfilás prendas para el momento:

una infinita prueba de camisas

con su correspondiente transporte

de peines y pañuelos

¿Es eso acaso todo esto?

¿Es eso acaso todo?


Rozas, en tus desfilar,

los bordes de las cosas

la orilla en que se disponen

              a tu límite,

las acaricias como incorporándolas

          mudas     lentas      blandas.

Sos tu casa móvil

y te vas amueblando

sobre la marcha

   caprichoso

en plena vigilancia nocturna

por la palabra que encandila

y que al acercarse, pierde

la fuerza que nacía de su

brillar tenue en un rincón

entre las cañas de cuando

esto, 

así, 

hasta la esquina

era todo baldío.

XVIII

Si tu nacer fue, imagino,

todo violencia en su llegar

qué diferencia con este

morirse de a pasos,

verter goteante la magra

limosna de los años,

este irte sin estar.

Qué distancia entre ese

abismal grito de primera caída

que vi, repetido y amplificado,

en otra muerte,

en toses de cantante de death metal, 

en ese puño

              idéntico y crecido

que antes apretara en el aire

              novedad, incertidumbre

y al final quisiera retener

en su cerrazón sin fuerzas

eso mismo -y su reverso-

Qué lejanía entre ese grito

y este tu murmullo lamido

por el terco viento.

sábado, noviembre 07, 2020

XVII

                      "No es lo que quiero decir 
                                          es casi lo que quiero decir 
                                          es lo que está al costado 
                                          de lo que quiero decir" M. Gambarotta


Escombros en las nervaduras de unas hojas

caminos vegetales que confluyen

hacia ese siempre mismo débil muelle

en el que atracan dos o tres barcazas

destartaladas de luz y tabaco

el delirio  la fiebre  el sol

las leves olas de agua marrón

el milagro de un mar desafinado

bramando terco desde el barroso fondo

-en el que aún hasta hace nada reposaba-

hace saltar por el aire

todo el olor a siesta en la boca

- su química estructura-

toda la amodorrada lumbre

- su imprecisa sombra-

una astilla del imposible  nombre

queda clavada en el ojo del mirante

y no lo ciega, lo obliga, en su cerrazón

a decir el pinchazo

                lo que este deja ver

lo que está al lado y así,

en tropel de flechas,

astillas rodean sus pupilas,

el reflejo del vaivén marrón,

como una corona de nombres

rezados en el altar del olvido,

en la inédita frontera de la memoria,

en su infranqueable 

abánico de tierra.