domingo, septiembre 20, 2020

XVI

 Asterión que se olvida

de cerrar las canillas,

que se lava los dientes

veinte veces por día

y vaga, se golpea,

vencido de dios

contra todas las cosas

presentes e interiores,

se golpea contra ellas

con la urgencia de una piedra

y se encuentra con su misma  

               cerrada dureza

sobre la piel

     y sobre la lengua.


Se golpea

contra las cosas 

por él nominadas

en el matinal recuento,

las que llenadas

          por las humedades

de la casa y los años

destiñen

a lo largo del día 

         sus colores

y los funden

en un mancha 

aparecida como

desde las cañerías

de la memoria.


Difícil tarea 

para el cansado prisionero

-que arrastra sus pasos

por siempre lugares nuevos-

decir la mancha

            sus tonalidades,

     discernir

los ecos de los colores

de qué restos la habitan

en el vano ejercicio

                  de la luz

                  -en su descanso-


Es tenue el resultado

de tamaña epopeya:

apenas el derroche

de la errancia

por tu desconocida casa.

martes, septiembre 15, 2020

XV

                                      "Brillo sobre brillo,/Mariano,/nunca te olvides/
                                                               brillo/ sobre/ brillo." M. Blatt

Allá, un vocativo,

precipitándose 

hacia el rídiculo

tu nuevo lugar

donde díscolo

                  brillás

al cultivar tu ahora

lengua caníbal.

Acá,

un pronombre

imaginando a dios

en su imposibilidad de

imaginarlo de otra manera:

un gigante borracho

bailando un malambo asesino.



                                                               


jueves, septiembre 10, 2020

XIV

En la mañana,

entre la bruma,

botas, amarillas botas de goma

hundís en lodazales de años

y en el fondo voces

de criaturas se burlan

de tu red.


Lentamente, trasponiendo

por olvido la vegüenza

tu resistencia puebla la casa

de amigos muertos hace tiempo.

Almorzás en mesa al fin grande

el tercer almuerzo del día.

De postre 

con la lengua calcás

los relieves de la palabras

pero 

¿dónde se posa el calco?

¿es el dibujo de una mueca?

¿la anónima mueca misma?


En la inminencia de la comunión

                              de tu vista 

con el esmalte de la tarde,

un coro a destiempo

                ¿imperfecto?

lanza su profecía 

que brilla apenas un segundo

e indescifrables 

en su furor de escándalo

se precipitan todas las cosas

a lo hoy calcado.

Tumultan revoltosas ante la mueca

al son de salmos íntimos

sobre las propiedades del jabón.

Como queriendo acomodarlas,

pausás el gesto

de reclamo hacia el espejo

y decís 

que la tarde en el río

los botines      el barro

que el boliche de tu padre

que el tío que te corrió a tiros

que no sabía que era mi señora

decís

nuestra misma tarea

de engarzar lo que escapa

con el mismo triste

brillante resultado.

jueves, septiembre 03, 2020

XIII

                                             "Ese signo que se forma
                                              cuando las cosas no responden" R.Juarroz.


¿Qué le exigís a 

esas cosas?

¿Qué imagen,

qué resaca antigua

esperás que rescaten 

de ese fondo de barro?

¿Cuánto tiempo

te estuviste esperando

sentado bajo el único

tubo de la cocina,

hasta que te dio hambre

y llamaste

para pedir vainillas,

para encontrar tu nombre?

XII

 Gastás las sílabas,

             los labios

en ese tu murmullo,

el ronroneo quedo

de cuando todavía

leías el diario

como si te lo estuvieras,

de a tramos,

leyendo a vos mismo.


- Ese mantra que dio paso,

con los meses,

al rezo repetido

en la cama

cuya nueva anchura 

el perro no pudo 

disimular-


Cuando el murmullo se calla

-solo, por propia voluntad

del murmullo mismo-

Habla una tele

que no entendés

y los restos que esas cosas

te dejan en la boca

nadan crawl

como bultos en tu saliva.

Ahora tu silencio,

ensayo del silencio,

elige uno

de entre la baraja

de posibles rostros

para ponerlo fuera del mazo

y preguntarle

a dónde se fueron 

todos.


XI

Salvás dos piedras cualquiera

de entre los restos

duros del naufragio.

Las sostenés sobre la mano, pequeñas.

Refulgen, desconocidas,

                                impenetrables.

Cuando acabás de palparlas,

de apenas saberlas,

las bautizás con sus nuevos nombres:

los de otros tantos

sustantivos ahogados.