Asterión que se olvida
de cerrar las canillas,
que se lava los dientes
veinte veces por día
y vaga, se golpea,
vencido de dios
contra todas las cosas
presentes e interiores,
se golpea contra ellas
con la urgencia de una piedra
y se encuentra con su misma
cerrada dureza
sobre la piel
y sobre la lengua.
Se golpea
contra las cosas
por él nominadas
en el matinal recuento,
las que llenadas
por las humedades
de la casa y los años
destiñen
a lo largo del día
sus colores
y los funden
en un mancha
aparecida como
desde las cañerías
de la memoria.
Difícil tarea
para el cansado prisionero
-que arrastra sus pasos
por siempre lugares nuevos-
decir la mancha
sus tonalidades,
discernir
los ecos de los colores
de qué restos la habitan
en el vano ejercicio
de la luz
-en su descanso-
Es tenue el resultado
de tamaña epopeya:
apenas el derroche
de la errancia
por tu desconocida casa.