viernes, diciembre 26, 2008
feísimo
pero que sienta en cada grieta
o porosidad onírica
y rascarla hasta disolver
todo su presente
la absoluta estupefacción
la ceméntica inmovilidad
mimarla hasta que grite:
VERDAD!
y se canse
y me muera la mano
y entonces estar dentro
pasado
vida
pared dislocada
grieta mía
tu
silencio
martes, diciembre 16, 2008
cena
dan los aires
la hora
en que las casas gotean
en que las puertas nostalgian
antiguos atravesadores
y todo está
tan triste
tan sobrellorado
los hijos juegan jueguitos
en que juegan a jugar
los padres juegan jueguitos
en que juegan a besar
- y la comida hierve
en el fuego-
-y se come lo que
hirvió
horas antes
bajo almidonadas sábanas-
miércoles, diciembre 03, 2008
Candombe imaginando a Malena Muyala
el repique del tambor,
yerba vieja olvidada
en pretéritas sábanas
tristeza oriental
de murga cansada
llorando un río
de orillas barrosas
bufón borracho
de ginebra rancia,
careta de carnaval
mordida por los perros
un nombre llorado
de tango y candombe
Zitarrosa entre el humo
de dos Gitanes
Gardel y Cabrera
mojándose los pies
en la sangre de tu voz.
tango
como si una puñalada
de tu pasado
pudiera
clavarse entre mis ojos
-y dejarlos mirando
inmóviles
un monitor apagado-
IV
dentro y fuera
lo que penetra
y separa
un instante dual:
la humana contradicción
envuelta en sábanas rojas.
III
quién habita mis manos
cuando desnudan el silencio?
quién bebe de mi miedo?
quién derrama mi sangre
sobre el cuerpo-poema?
I
y descubrir que todo era una mentira
tan solo la farsa de un títere
que ahora cae quebrado al agua
II
diciendo hete aquí una metáfora
y alguien va a querer saber
de quién es esta máscara gastada
comienzo
un inventario mojado
orgasmos viejos con una
canción de Haden y Barron
mera exageración anclada
en el deseo de posteridad
miércoles, noviembre 19, 2008
Va
por entre las junturas,
hay algo detrás de la
calle sin salida,
algo se rompe
en las paralelas,
hay siempre un
resultante de la fricción
-y no digo algo más
o menos flácido-
algo se pudre en
los hormigueros,
algo se pierde
más allá de las aristas,
algo quiebra sin aviso
el punto de fuga.
Ahora:
poesía, basura, o grito
música, agua, o tu hermana
arte, vacío, o lamento
tango, orgasmo, u olvido.
Fijate vos.
martes, noviembre 18, 2008
Aquello (relato)
El sol había estado particularmente violento ese día, las baldosas todavía hervían y derretían las suelas de las alpargatas. Un polvo fino golpeaba el aire en arremetidas constantes. Todo parecía a punto de arder, revuelto, preso de un ímpetu extraño y casi maldito, pero a la vez una extrema levedad gobernaba las cosas, volviéndolas casi imperceptibles.
Húmedo, esa era la palabra, todo estaba húmedo, pero húmedo como de vino pesado. Húmedo, pero no esa humedad mansa de pueblo a la hora de la siesta, esa humedad de quietud, que se deja moldear en fichas de dominó. Húmedo como de ciudad a la hora que los obreros salen del trabajo, como el aire en el que se funden las frituras y el humo de los colectivos bonaerenses. Húmedo y violento, apurado, como si nada pudiera esperar, como si se debiera correr ya mismo hacia ningún lado.
Pero nadie corría, porque no había nadie que pudiera correr, porque no había nadie; y sobre todo porque lo de hacia ningún lado por lo general tiene carácter de metáfora, pero en este caso parece casi exacto: no había lugar donde correr.
No suele haber muchos lugares donde correr, y mucho menos donde esconderse en un pueblo de cuarenta habitantes. Dos cuadras para acá y hete aquí que está la vía muerta de un tren que nadie recuerda haber visto. Aunque el viejo Justo dice haberlo escuchado cuando tenía unos siete años, desde el jardín de su casa. Una cuadra más allá y una ruta por la que pasan unos veinte autos por día sin siquiera percatarse de la existencia de San Tramo. Más para allá la infinitud de la pampa, un eterno horizonte.
Permítaseme hacer un pequeño paréntesis para hablar un poco acerca del viejo Justo, por supuesto sin perder de vista el meollo de la historia. Con la muerte de su tío Benito en 1996 Don Justo pasó a ser el hombre más viejo del pueblo. Actualmente tiene ochenta y seis años, y sigue viviendo en la misma casa donde pasó su infancia. La misma casa blanca de persianas verdes, con el mismo pequeño jardincito adelante (en el que sigue en pie el mismo sauce que ya casi tapa la puerta) y el mismo enorme jardín trasero lleno de naranjos e higueras. Ya está medio sordo, pero dice que cuando escuchó el tren no, que lo escuchó clarito, como un trueno largo en el medio de una perfecta tarde de verano. También dice que fue el verano más caluroso de todos los que haya pasado en San Tramo, y eso que los veranos acá son como un preludio del infierno. Igualmente esto último no hay que creérselo demasiado, aunque sirve de aderezo perfecto para la historia, repetida desde hace veinte años ininterrumpidamente en todos los asados del pueblo, esos en los que se reúnen todos sus habitantes para un almuerzo de domingo multitudinario. Antes Don Justo era el asador, pero ya hace un par de años que se encarga un tipo de unos treinta años, que labura en una estación de servicio como a unos cincuenta kilómetros de acá, y que le dicen Charly pero se llama Fabián. Ahora Don Justo lo único que hace es sentarse al lado de la damajuana y pedirle a su hija que le sirva cada tanto un vasito, porque ni fuerza para servirse él mismo tiene ya. Cosa que no le impide mamarse de lo lindo, porque ya les digo que entre vasito y vasito se debe tomar como tres cuartos de damajuana por asado. Por suerte los asados son cada un mes o dos más o menos, que sino ya habría espichado hace rato.
Como decía, era un tarde noche bastante rara para San tramo, ante todo por esa violencia del aire que encubría las cosas y que, ayudada por la humedad que acrecentaba el carácter violento de la tarde, había hecho que nadie se diera cuenta que las siete de la tarde habían llegado ya, escondidas detrás de los marcos de los relojes.
Nadie andaba por las calles, sin embargo los ojos que miraban por las ventanas, sobre todo los de la hija de Emilia (esa que se había vuelto medio loca por un tipo que se había aparecido con un auto, y que después de acostarse con ella, se había pegado la vuelta para la ciudad), ya estaban acostumbrados a esa nada, a perseguir, en lugar de figuras, al polvo, a las piedritas que se movían, y cada tanto, en esos días de suerte, el vuelo de un pájaro perdido en el calor abrasivo. Sus ojos ya podían ver el viento, pero no como causa de un efecto determinado observable en otro objeto, sino al viento en sí mismo, en toda su tierna bestialidad.
Así andaban las cosas por el pueblo ese veinte de diciembre, así de raras, de ajenas, de agitadamente extrañas. Algo estaba mal, algo perturbaba a casi todos, algo en ese híbrido entre la pesadez, la calma de siempre, las siete de la tarde, la violencia, y la desconcertante velocidad del día, tenía al pueblo entero alerta, expectante. Se percibía en la cantidad de caras asomadas a las ventanas esperando que algo pase, muchas más que las de costumbre, y con otras expresiones, con ademanes nuevos, muy diferentes a los hombros caídos y la mirada perdida, adiestrada. Ahora la manos se movían nerviosamente, algunos pies golpeaban el piso, alguien se comía las uñas, otro fumaba infinitos cigarrillos apagándolos por la mitad. El mate se cebaba sin parar, y algunos ni siquiera miraban la bombilla para embocarla en la boca, corriendo el riesgo tan conocido de pasar un papelón al metérsela en un ojo. La cerveza terminaba por calentarse en los vasos. En las terrazas no se oía hablar.
Todo parecía estar suspendido, colgando, columpiándose tristemente entre las siete de la tarde, y el sol anteriormente abrasador, flotando sobre la guerra desatada entre la idiosincrasia de San Tramo y el carácter esencialmente irritable del día. Todos estaban a la espera de que algo sucediera. Nadie sabía qué, pero algo tenía que pasar, eso era insoslayable.
Yo me había levantado cerca del mediodía y había almorzado totalmente a oscuras. Salí alrededor de las dos de la tarde a la puerta para fumar un cigarrillo y, recién apagado el cigarrillo pude oler el aire. Ese aire cargado, ese aire de verano que siempre costaba respirar, parecía más espeso aún, como si en lugar de aire fuera un humo transparente. Al viento se lo veía más rebelde que nunca, casi estúpido en su constante ir, en su eterna insistencia.
En el mismo momento en que salí a la puerta y olí el aire, y vi el viento, y sentí la humedad sobre el cuerpo, y escuché la nada, supe que ese día, ese esquizofrénico día, iba a suceder aquello que jamás me atreveré a contarles.
tatoo
un poema
robado de una fiesta.
Borracho,
con polvo en las narices
con las metáforas
llenas de sexo con ropa
y un par de comparaciones
salidas del cenicero.
un poema
escrito sobre tu cuerpo
- y recitado
a sorbos
entre tus piernas-
sábado, noviembre 01, 2008
tajo
mudanza de sombras pesadas
como un verano sucio
de tías remendando
matrimonios
una poesía en la siesta rota
tabaco dulce parte el aire
en mitad de una lluvia vidriosa
dejarse mirar en un espejo muerto
roto
viernes, octubre 10, 2008
Off minor
salirse de la música,
como si sus dedos quisieran
quedarse sin excusas,
como si Thelonious quisiera
entrar por una fusa
como si sus manos quisieran
dejar en mi una rúbrica.
jueves, octubre 09, 2008
Canción del niño (o garchando por un dueño)
Hola
Soy tu cáncer,
tu peor dolor de güevos.
Soy el pendejo que chupa pijas en los baños de Constitución.
Perdón
espere que escupo su viscosidad
en la pileta y sigo.
Sí, no me mire sorprendido,
no se haga el pelotudo.
Todos sabemos que esta guasca
es también su guasca,
nuestra guasca
y la guasca del estúpido que habla.
Y digo habla porque esta cosa
no está hecha para ser leída
en voz baja
para ser susurrada al oído de las pajeras.
Está hecha para gritarla
como grita una pendeja
con el cuadriculado levantado
cuando la coge su simil Brad Pitt,
su príncipe azul,
su amor para toda la vida,
cuando la coge en el estacionamiento
de un shopping
aquel que sí sabe que no es nada
más que eso:
un-garche-en-el-estacionamiento- de-un-shopping.
Pido perdón, el pegamento
me lleva por otros lados
estábamos hablando de la guasca social:
la guasca que pegotea las páginas
de la constitución
y los diplomas de
la que chorrea la bandera
en el falo del patio de la escuela de su hijo,
esa que quiere penetrar todo el cielo
nacionalizar el sexo,
esa, la del san la concha de su madre;
la guasca que en las ostias
se disimula como glaseé,
y en las sotanas
no hace falta disimular;
la que sostiene
la dentadura de mi abuela;
la que endurece las hojas
de la carpeta número tres anillada
con los power rangers
cagándose a patadas en la tapa;
la que adhiere estrellitas
a una trapo flameante
en las películas;
la que sella los maletines
que la doña no abrirá;
la que se pega a tu zapato
como chicle y te persigue
por el tren,
y se mete en tu casa,
y mira como coges
con tu esposa,
como un rotweiller
entrenado a latigazos.
guasca vieja,
reventada contra un almohadón
un colchón sucio
el lugar donde debería ir el bigote
la espalda de tu novia
las tetas de una cualquiera
el traje del juez de turno
la puerta de un geriátrico
las paredes del reformatorio
guasca mental
imaginada en bocas hidrolaqueadas
en bombachitas más o menos rosas
en cunas vaciadas
en cuñas
en confesionarios en los que el pecado
es haberle errado a la cavidad
-pero atentos señores y señoritas
no se miren los pantalones
con vergüenza.
mamá los rasqueteó antes de salir.
mírense adentro,
miren su cuerpo inundándose
de fluidos ávidos de humedad-
Fíjense:
Tenemos
un sol blanquiamarillo
entre las franjas cielo,
un Uruguay de semen,
un Paraná de saliva
- toda la geografía
moldeada
destruida
fundada
sexualmente -
Consumimos sexo por celular,
por rayos catódicos
por tinta infértil.
Nos consumimos de sexo.
sexo berreta
travestido de inocencia
de nena tonta que simula ser
violada
sexo gritado en titulares
sexo disecado
en museos televisivos
sexo estúpido
en las revistas de la tarde
sexo estúpido
en los baños de Constitución
sexo rebajado
comprado
robado
sexo que corroe
sexo de pobreza
sexo que deja guasca
escupida sin querer
sobre la cara impresa
del libertador
de esta podredumbre.
y una chica de quince años
con el evatest en la mochila
un sábado a la tarde
buscando un baño de bar
(con tanto algodón entre las piernas)
(uh!)
-el tipo, ya curtido en tales epopeyas,
llevaba veinte pesos de más
por si al salir del telo no?
no vaya a ser cosa que…
y que parezca uno un desconsiderado
y no haya un par de revolcadas más
a escondidas del general
que si te caza sabés que…
todo eso hasta el “no congeniamos”-
(ah!)
Sepan disculpar:
no quise provocar
no dije amor
ni besar
ni crepúsculo
ni caricia
ni
ni
ni
ni
ni
no usé metáforas
en esta cosa
JA!
Cúlpese a otro de ello.
apunten
disparen
fuego!
martes, agosto 19, 2008
Ventrílocuo
en las espaldas de los mares
sobre la luz mortecina
de dos o tres refugios
terrestres
llora el ventrílocuo
que asesina la noche
y es todo como un tango
silbado a la distancia
digamos Eslovenia
o Kazajstán
todo ese gusto a lágrima vieja
toda esa mentira de esperidina
toda esa derrota del signo
llorado a medias
en vasos de trago largo
llenos de espermicida
jueves, agosto 07, 2008
II
hay una playa
en el horizonte
que es el ocaso
donde los vientos
ululan
pretéritas palabras de sexo
hay una playa
en el horizonte
donde los azules espejos
se funden
en la orgásmica prolongación
de una vocal
hay una playa en el horizonte
III
se prolonga la espera
en la garganta redentora
se atraganta de impotencia
la sílaba oprimida
se viola un cuerpo curtido
en la eternización de la promesa
sin embargo
fulgura sobre la chapa el mismo
sol que en el escudo
I
he venido a servir
a un incierto propósito
de un incierto todo
algunos choques se dan
por imantación
dos cuerpos dentro del
propósito
que chocan y en conjunta fuerza
son ahora el infinito.
No me temas poema...
No me temas poema.
Soy tu carne,
la indivisible.
Apenas tu esperma
el vacío de tus silencios
lo vacuo de tu música
el acento que te niega
en el mismo momento
en que acontece
apenas un boceto
del sueño en que te soñaron.
blanco
Ah!de haber sabido llorar los intersticios
de haber sabido llamar al último de los estúpidos
lagrimear la inocencia final
Ah! de haber sabido gritar tierra a tiempo
en ciertas inútiles navegaciones mentales
de haber despertado en medio de la posesión
y sentir el vacío en la ventana abierta
martes, abril 08, 2008
Poema nro. 2
Poema nro.3
viernes, abril 04, 2008
Poema nro.1
sobre una fotografía de Adriana Lestido
El chico bajo la manta
que te roba los ojos,
los hace suyos,
los hace vida.
Envuelve tu cuerpo
en la manta
dejando un agujerito
y te obliga mirarte
con él,
mejilla a mejilla
con el frío en la sangre.
Te olbiga a descubrirte
inherte
incrédulo,
tan estúpido que te dan
ganas de matarte,
y sin embargo te perdona,
te envuelve solo a vos
en la frazada.
Te deja durmiendo
y se acuesta temblando
sobe tus piernas.
miércoles, enero 30, 2008
El poema es una puta platinada
y masoquista,
hay que golpearlo por todas partes
violarlo como si estuviéramos
desvirgando a maría,
con esas mismas ganas,
como si el poema pudiera
cambiar la historia.
Me contaron
Y fui a buscarlo como un estúpido
travestido
con ganas de quemarle la peluca
y reventarlo contra un paredón,
masacrarlo fálicamente,
y dejarlo pidiendo clemencia
arrodillado sobre los adoquines.
Pero el poema abrió las piernas
y el acceso estaba cerrado.
La imposibilidad de la penetración
me obligó a darme vuelta,
con las ropas ya desgarradas,
y dejar que me golpeara en el culo
con su látigo en forma de tristeza.
Creo que me mintieron.
El poema es una puta platinada
pero extremadamente sádica.