miércoles, agosto 30, 2006

Primitivo

Algo primitivo, puro, en potencia, no-invadido, con posibilidad de cambio, de nuevos horizontes, pero estático. Sí, estático. ¿Qué?¿pensaste que te iba a dejar que lo hicieras a tu manera, que lo adaptaras a tu estructura de reloj bípedo, de estúpido buscacentro, de hombre de plastilina?. No, no te voy a dejar, que digas esto cosa eso, que clasifiques, esto: serpentina humeante. ¿En potencia dije? Perdón, me equivocaba. Estático era, imposible de invadir. ¿Qué no lo entendés, que es muy rústico? Y a mi qué carajo me importa, la razón se duerme en lo que subyace bajo la tierra de tus tiempos, uy, minuto, hora, nada, nada … un estallido y vida, y cosas que caen, y vos evolucionando, siempre como espejo de la destrucción silencio

jueves, agosto 24, 2006

Cosas que uno hace

Cosas que uno hace

“smoking a cigarrete, alone at night,
the light of my cigarrete,
is the only light in town tonight”
(de un blues que alguna vez canté pero no pienso terminar)

El tratamiento de una idea
seudofilosófica,
o tomar café con leche
y revolver con una cucharita
-siempre más chica que lo mínimamente necesario-
la luz q entra por la persiana abierta.

Tratar de escribir una hipótesis
más o menos aceptable,
o abrir un libro que siempre
se abre en el mismo poema,
siempre en el mismo hermoso poema,
como ese de Cortázar: “ándele”
o aquel otro de Medina Vidal: “soy feliz”.

Especular acerca de la posibilidad
de un encuentro amoroso
con la vecina de la amiga de mi prima,
o esas ganas de escuchar aquel disco
que le presté a nosequien
y que se ve reemplazado inevitablemente
por la música q escuchan los vecinos
(que no está tan mal después de todo).

Intentar escribir un soneto más o menos digno
para que le guste a ella, a la rubia esa
que tiene una gran predilección por las formas clásicas,
aparte de otros atributos bastante más importante,
o cantar ese blues que nunca voy a escribir entero
porque me da mucha tristeza y porque no se tocar la guitarra.

En fin, querer escribir un poema en cinco estrofas,
o esas cosas que uno hace lo jueves a la tarde.

viernes, agosto 18, 2006

Bailarina

Vamos,
no te aflijas
vení,
seamos desconocidos,
pero no como esa fría
forma de hipocresía
sino para sabernos
sin reparos
ni preconceptos.
Dale, ponete la remera
y bajate de la cama.
Animate,
ya se que parece extraño,
pero es lindo.
Extraviemos las ciudades
en cualquier río
y fundamos risas y humo
para fundar algo nuevo.
Vamos,
sigamos hasta que se funda
algún cielo
y haya que buscar otro.
Soñemos los marfiles
y las estrellas
y dejémoslas reposando
en un charquito,
como si nada,
como si hombre …

Dale, vení bailarina,
movete, vestite,
desarmate, ahorcate,
como si humana …

sábado, agosto 12, 2006

Tristeza

Malabarista de ausencias
no vale llorar por lo que no seremos,
que lo que no escapa
de los límites
de la imagen
no queda,
¿quién dice?
que lo dicho es ido
y en los laberintos en los que
pierden sus últimos vapores
los que se fueron en búsqueda
de músicas imperfectas
a latitudes fuera de
lo que dicen real
¿pero quién dice lo real?
que lo dicho sea perdido
y enterrado sin ceremonia
junto a leyes ancestrales
y calaveras de vidas futuras,
y que nadie más diga
yo seré, fui, nosotros
buscamos, perdimos,
que nada vale
una vez dicho.

Malabarista de ausencias,
no vale llorar por lo que fuiste,
guardá la lágrimas para
las baldosas, y otras cosas
mucho más importante
que no haber sido lo dicho.

lunes, agosto 07, 2006

Box


(Este texto lo había escrito mucho tiempo antes de conocer la obra de Pablo Suarez.Casualidad o no, cuando vi la foto de la obra en una revista me recordó a esta prosa olvidada, y bue...creo que tienen mucho que ver... Ah, el título de la obra es "el enemigo invisible" y es de 2001)

Estoy triste y no se por qué. No es ese estado de melancolía constante que siempre me mantiene apresado. Es distinto, algo muy parecido a la desilusión, o más bien a la impotencia. La metáfora del boxeador ciego, que recibe la paliza sin saber de donde provienen los golpes. Eso soy, un boxeador ciego que tira golpes al aire intentando defenderse pero no lo logra, y solo le pega al viento. Un boxeador dejando la sangre en la lona pero que todavía se mantiene parado como por arte de magia, quizás por un par de ilusiones y dos o tres deseos.
Un boxeador que no acierta y que está perdiendo el tercer round por puntos. Un boxeador que tira golpes al aire tratando de agarrar un sueño al vuelo, no tanto la cara de su enemigo, que en realidad no es una sino múltiples. Un enemigo que no es tal físicamente, un enemigo invisible, tal vez más peligroso que aquel al que se puede ver luciendo su cuerpo de mole gimnástica. Un enemigo múltiple que es nadie y todos a la vez. El más peligroso, el invencible. No importa de quien hablo, algunos ya lo sabrán...
Suena la campana. ¡A sus rincones!...
Pero pasado el efecto está de nuevo encima...

[Fiesta] (¿un sueño?)

Para la chica de la fiesta, la etérea, que tal vez algún día lo lea y se ría.


Aunque todo titile, y refuljan las mil ausencias de los cuerpos sin nombre y de los vidrios desperdigados; aunque todo esté a punto de quebrarse-quebrarnos; aunque todo aceche desde los rincones, en oscuridades impenetrables; aunque sepamos que lo acechante es lo que hiere las capas internas sin dejar huellas visibles; aunque sepamos que lo que vas a decir, sea o no verdad (eso es el fin y al cabo lo que menos nos importa a ambos), va a desparecer con la música estridente de alguna banda perdida en el tiempo que se le ocurrió desembarcar justo aquí esta noche para llevarse tus sílabas(porque no me vas a mentir diciendo que alguien eligió la canción, eh, a mi no); aunque sepamos que hoy no somos nosotros, que somos dos cuerpos con los órganos mal distribuidos y la cabeza alienada; aunque sepamos que nada de lo que pase va a tener sentido; aunque sepamos que esto no es más que una fiesta y que nada va escaparse de los límites de la palabra fiesta: es lindo que te acerques fumando un cigarrillo, y me digas te quiero, y nos miremos con los ojos perdidos, y estemos frente a frente, como tantas veces, pero en otra parte, y entonces tenga deseos de besarte, pero no lo haga porque así es más lindo, porque hoy nada debe estallar, porque así lo indicaba la calle vacía antes de entrar, porque así ha de ser, y porque sos tan etérea que no dan ganas de invadirte …

jueves, agosto 03, 2006

En contra

(Aca la nueva versión de un viejo cuento. Para los que no la leyeron es la única pero para los q ya lo leyeron tiene unos pequeños cambios y le agruegue una partecita) Es un poco extenso pero con un poco de ganas se llega al final...

Dijiste adiós a dioses inventados, prendiste la otra mitad del cigarrillo que habías apagado hace años pero aún perduraba en el cenicero (caían las cenizas pero éste parecía pegado a la madera), y te largaste a navegar aferrada a la colilla... a la colilla de una comedia que no viste, un poco porque a vos te gustaban los dramas y otro poco por el precio de la entrada.
Te largaste a navegar... y navegaste catarata arriba como era de esperar. Estaba escrito en vos, estabas contra todo, si decían blanco para vos era verde oscuro, si decían verde oscuro para vos era amarillo patito, y así... así te contradecías, ese era tu encanto. Te gustaba tanto llevarle la contra a todo y a todos, que estabas contra vos misma y te suicidabas cada mañana con pastillas de almendra y chocolate, esa era tu pequeña y verdadera comedia. Por eso no te gustaban las comedias, porque estabas en contra de los espejos. Aunque en realidad tampoco te gustaban los dramas, porque estabas en contra del otro que hay en uno, tanto que alguna vez lo quisiste arrancar de adentro tuyo con una pincita de depilar pero no pudiste porque faltaba cera y vos estabas en contra de la cera, un poco porque dolía y otro poco porque era demasiado verde y opacaba a los árboles que eran los verdaderos verdes.
Los árboles te gustaban hasta que te enganchaste el pie con la raíz de un alerce y casi te boxeas con un palo borracho, suerte para él que pudo salir corriendo y vos no porque tenías las raíces demasiado enterradas en la tierra. También estabas en contra de la tierra porque la habitaban gusanos que se te subían al tronco y te molestaban, tampoco te gustaban los pájaros porque te jodían entre las hojas y porque eran, en cierta forma, más libres que la mayoría, si a eso se le puede llamar libertad, me lo dijiste, ellos también están presos de la muerte...la muerte, era una de las pocas cosas a las que no le llevabas la contra, primero porque, aunque te gustaban los invencibles, ésta era demasiado, lo sabías, todos nacemos muertos, y segundo porque ya habías dicho adiós a los dioses inventados, y ya habías pintado a Adán y Eva comiendo sandía y tomando vino en el desierto (una obra ma-ra-vi-llo-sa) y no te gustaban los premios consuelo.
Tal vez esta resignación ante la muerte era lo que te había llevado a vivir así, yendo contra todo, buscándole un sentido o un no-sentido a la vida, cosas que te abrumaban por igual.
Iciste cosas orribles porque estabas en contra del silencio. Sí, del silencio, por eso salías a gritar a viva voz en medio de la calle a las tres de la mañana. Pero también estabas en contra del ruido, por eso te acías callar a sopapos.
Esa eras vos, una contradicción, un sí y un no mezclándose en el espacio etéreo, un cartel luminoso en la noche oscura pero con las lamparitas apagadas porque estabas en contra de la luz. Eras tu espejo, tu doble, tu contracara, tu costado, eras vos y no eras nadie. Y eso era lo hermoso... eras nadie, un soplo, una ola, una nube, eras nadie pero eras todo, un poco de todo. Eras semánticamente ambigua y vaga, y sintácticamente amorfa. Pero a vos te importaban un carajo la semántica y la sintáxis y cuando te lo dije me respondiste que no mintiera porque yo sabía muy bien que no eras vaga y bien estabas formadita que. Estabas bien formada, es verdad, pero mal informada y todavía estabas en contra del feudalismo que habían tratado de enseñarte en historia y que te negabas a aprender, contradiciendo a la profesora, diciéndole que estos señores no habían existido, y queriendo armar una revolución no sé muy bien si contra los señores feudales de los libros o contra los profesores de historia y los libros. Pero estabas en contra de las revoluciones, entonces se cayó la idea en otro de esos pozos de donde las rescatan después los arqueólogos posmodernos. Pero vos estabas en contra de los arqueólogos porque sentías que invadían el pasado, que lo profanaban, y en lugar de construirlo lo destruían. Estabas en contra de los arqueólogos y también de los pozos, por eso tapaste la revolución con tierra, para que no estuviera en un pozo y para que los arqueólogos no la encontraran, e hicieran mierda tan bella y utópica idea. Las utopías... vos no estabas en contra de las utopías, o en realidad sí, porque estabas en contra de vos misma y vos eras simplemente una compleja utopía hecha carne, una idealista de ideas contradictorias, una coleccionista de peleas, una botella flotando en el mar con un papel en blanco adentro, pero con el corcho un poco flojo para que cada uno pudiera escribir lo que quisiera pero siempre se borrase, como vos, como tu imagen de princesa del baile de las cavernas, con el vestido desgarrado y los ojos tristes y perdidos que se desvanecían segundos después de mirarlos. Eras la perla desconchada de la catarata.
Fue una lástima que no nos hayamos podido cruzar, era imposible, íbamos viajando en la misma dirección, y vos estabas en contra de los cambios. Yo no, pero aunque hubiera cambiado de dirección no habría servido para nada, porque había salido más tarde y siempre te había mirado desde abajo.
Y así seguimos por unos cuantos años, esquivando las piedras y los peces que nos llovían, o nos tiraban desde arriba. No supe más de vos, un pajarraco gigante me pescó por la camisa y me llevó volando hasta arrojarme en un lago.Después de eso dejé de envidiar a los pájaros (me dio miedo volar a tanta altura) y también a Moisés (si a mi me parecieron eternos cinco minutos en el agua no me quiero imaginar a él).
En cuanto a vos, ni siquiera te diste vuelta para saludarme. Te entiendo, te tendrías que haber soltado de la colilla del cigarrillo cómico-cósmico y vos estabas en contra de los naufragios, y sobre todo, de las despedidas.
Recién volví a encontrarte hace unos años, me acuerdo perfectamente, ibas caminando por la peatonal con una aire de superioridad que desconocía totalmente, sostenías un cigarrillo en la mano derecha sin la menor gracia... justo en esa mano, esa mano que era una vida y era el abrigo y la intemperie, la intemperie de saberse desvestido con el mínimo roce... ese mínimo roce que a veces podía ser de labios y rasgar las camisas o de pómulos y cocerlas con tan solo espirar el humo por la nariz. Me acuerdo que te seguí como diez cuadras, frenando detrás de vos en cada vidriera de cada zapatería, por miedo a pasarte, a dejar de ver esa espalda que era como el campo, pero que ahora, a pesar de mantener esa forma de pureza sobrenatural, habia adquirido otra manera de arquearse, otro compás, había perdido ese desdén casi cósmico de vidas anteriores.
Cuando llegamos a aquella avenida ancha donde está el monumento, recién ahí, pude vencer el miedo a abandonar la dulce visión y ponerme al lado tuyo.
Caminamos dos cuadras más en silencio. Vos te acordabas de mi, estaba seguro, después de todo no habían pasado más de diez años. Dije hola, no se porqué pero dije hola, y vos dijiste hola también, y tu voz no era la misma, en algún punto del camino había abandonado aquel timbre, ese color a través del cual brotaban contradicciones de las más diversas formas y colores, pececitos amarillo, redes azules, pescadores negros, tiburones fucsia, y así. Ahora parecía más bien una voz acartonada de secretaria y café a las 5 de la tarde en el consultorio de un médico que está operando y no-pude-atender-a-nadie. Dije cómo andas, de nuevo sin saber porqué, y antes que me contestaras, saqué, con toda la naturalidad que la situación me permitía, dos cigarrillos, y te convidé, y te di fuego, y te invité a tomar un café con las poca monedas que me quedaban, y charlamos, o no, y yo miré, no charlé, miré, y me invitaste a comer a tu casa, quizás más por lástima que por otra cosa, y yo dije que sí, más porque tenía hambre que por otra cosa, y me llevaste en el auto, y resulta que vivías en Palermo, y que lo que mis ojos u oídos habían creído percibir pero se negaban a aceptar rotundamente se confirmó durante esa cena...
Estabas distinta, más calmada, tenías una sirvienta, unos cuantos hijitos rubios y bien vestidos, un tipo que no te pegaba ni tomaba vodka todo el día, un perro, un labrador hermoso, uno de esos a los que antes le llevabas la contra, un vestido largo y rosa, un rosal, un rosario, una casa con pileta y diario por la mañana, comidas con señores de traje que se masturbaban ante la imagen de un billete de cien pesos y que se acostaban con vos y tu collar de perlas de tanto en tanto, un marido que se dedicaba a lastimar putas en los burdeles del puerto los sábados a la noche hundiendo su nariz en el olor excitante de la sangre y en su propia mierda, y un lindo auto grande y negro.
Seguías siendo muchas pero habías aprendido semántica y sintáxis, y otras cosas que no importan ya, como aspirarte una línea, pero cada tanto y en ocasiones especiales (cumpleaños de la hijita menor, la más rubiecita, pura y malcriada por la sirvienta de dos con cincuenta la hora, ¡esta mina no sabe hacer nada!, cama adentro y encamada adentro, un poco con vos y otro con tu marido).
Vos sabías que yo era así, y que no me iba a poder resistir, pero no te importó, igual esperaste hasta que hice lo que hice, y sí, qué otra cosa iba a hacer yo, más que pararme frente a tu nueva imagen y decirte que estaba en contra tuyo. Obviamente me echaste a patadas en el culo con tu zapato puntiagudo diseñador sádico último modelo con punta de acero inoxidable. Habías cambiado, se notaba. Según vos estabas mejor.