miércoles, mayo 24, 2006

Un lugar en el Louvre

Un café amargo
y seguir la ruta de la brea
que se derrama
tan a su manera
sobre la calle.

Tan a su gusto
en pinceladas suaves,
arremtidas furiosas,
finas líneas,
anchos pabellones,
grumos, amontonamientos,
figuras, puntos,
círculos,
semirrectas.

Tan a su parecer
que dan ganas de recordar
a Picasso,
o al loco holandés desorejado,
o por qué no, más de este lado,
a Pettoruti y las canciones,
a Berni que nunca calla,
o a Xul, aún creando infinitamente.

Dan ganas de salir corriendo
al MALBA o a cualquier galería,
pero hoy estoy atornillado a la silla,
y después de todo
el café y la brea
se merecen un marco
y un lugar en el Louvre.

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