miércoles, octubre 04, 2006

sentidos

Un salto mortal, trescientos sesenta grados y una vueltita hacia atrás, un poco de más, hasta caer dentro de la música oceánica ocular, de esas dos masas de melancólica brillantina, de la sustancia primitiva, del agua que arde. No se ve claro, el humo apenas deja vislumbrar a través de él y con mucho esfuerzo, imágenes de etéreos seres regalando graciosas morisquetas. No se oye más que la música perfecta, los oídos embelesados se niegan a otros sonidos por más penetrantes que sean. No se piensa, todo es sensación al extremo, una extensión de las terminales nerviosas hipersensibilizadas, es sabido que las sensaciones inhiben cualquier amago de razonamiento por más poco lúcido que este sea. Gritar es en vano, susurrar también, todo intento de vociferar algo, coherente o no, se pierde en la masa uniforme de gelatina aislante que todo lo atrapa y lo reduce a silencio. Tratar de determinar algo mediante el olfato es una utopía irrealizable, todos los aromas se funden en uno solo, único e indescriptible, un aroma como a mundo o a humanidad, o quizás a tu cuerpo, no se. El tacto es quizás lo más extraño, es atravesar las cosas y a la vez sorprenderse ante la imposibilidad de pasar hacia el otro lado, es tocar piel y que se derrita, es sentirse tocado invisiblemente por un millón de objetos al mismo tiempo, en el mismo segundo sentir todas las texturas del mundo sobre la piel, agujas y caricias de madre, o de novia, aguijones, y piedra áspera, y algodón.
Tratar de salirse sería demasiado utópico y tonto a la vez, sería hacer toda una revolución, pero sin compañeros posibles, tratar de salir sería morir para seguir caminando verticalmente, entonces mejor adoptar posición fetal y dejarse amansar por la muerte, hasta que llegue la vida.

1 comentario:

chicoverde dijo...

"es sentirse tocado invisiblemente por un millón de objetos al mismo tiempo"

ultimamente lo que escribe me deja sinsigno