lunes, abril 10, 2006

Humanos tomados

Todos caminan rezando avesmaría con el rosario bajo el poncho por puro miedo a que las casas se les vengan encima echando humo de porros y polvorones quemados y los atrapen para siempre, privándolos de ciertas vistas o visitas nocturnas con el único motivo de ver por debajo de lo que la visitada lleva por vestido, quizás un trapo de piso o un pantalón usado, manchado y remendado ahora última moda en París.
Todos andan con miedo, y se les nota en las caras simuladoras y en los ademanes apurados, y en el apurarse a cruzar la calle, y por qué no también en el silbido del tren que no se alcanza solo porque la latita produjo la abstracción en el momento inadecuado. Y en el putear a la latita de coca-cola y a toda la familia del que la tiró justo ahí. Justo ahí tenía que ser, por qué no podía ser en Calamuchita o en Amsterdram y que así fuera otro pelotudo el que se perdiera el tren y llegara tarde a la cita con la mesa del bar y los papeles de la valija que en este mismo momento se estaban impacientando y clamaban revolución. ¡Destituyamos a la impuntualidad, compañeros!.
Y la puta, que andan con miedo, porque las casas están al acecho y todos temen ganar la libertad de esa prisión. Y se les nota en la cara, en el cuerpo, en los gritos, en el estomágo, por todos lados, hasta en los agujeros.

1 comentario:

chicoverde dijo...

que bien que se respira la atmosfera del relato