domingo, noviembre 26, 2006

Edades reales

Rompe la noche
un incienso
que se pasó la vida
buscando un lugar donde humear.

Y es que un lugar donde arder
o flotar junto a almitas sensible
resulta parecido alguno días.

Prefiero la borrachera
de las calles zigzagueantes
que se desnudan suavemente
jugando a ser prostitutas con una media corrida.
O siéndolo realmente, con la boca pintada de brea
y el cuerpo lubricado por el sudor de las motos.
Las colillas de cigarrillo no son más que marcas,
rastros de un pasado algo masoquista, algo país.

Prefiero las hojas de los libros
cuando la letra se ve doble
no por acción de mis ojos
sino por la rebeldía abecedarica
y la flexibilidad del blanco,
que siempre dejando ser,
que siempre sirviendo de apoyo
de plataforma, para disparar algo al mundo.

Prefiero entonces apuntar mis letras
hacia las venas de las calles o de las canaletas,
Y no hacia las tuyas, tan llenas de perdones hipócritas.
Prefiero entonces perder el alma en el viento,
y no entre tus piernas que se olvidaron de jugar,
que se mancharon de crecimiento, de edades,
de semen de jefe hijo de puta.


Habías prometido no cambiar,
habías jurado que ese cigarrillo entre tus dedos
sería la eternidad
Que el río frente a tus ojos sería tu sangre algún día.
Habías jurado,
Habías reído,
Sobre todo eso,
Habías reído.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo le sonrío a la eternidad pero nada más que en la ficción

ella no, ella nunca va a cambiar, pero gracias a tus dedos de demiurgo