Un incendio largo
la hojarasca,
la pinocha:
los recuerdos que reservabas
para regalarte en porvenires.
Arde
esa masa
-ahora informe-
se desordena.
El viento arrastra
algunas piezas
que buscás
con los ojos abiertos
cegados
por la siempre
renovada sorpresa
de ese fuego que,
leve y ya perenne,
reina.
Las piñas,
las ramitas secas:
años
rostros
nombres:
combustible
de tu nueva manera:
la temblorosa liturgia
de la duda.
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